
Los Bridgerton han sido la sensación de los últimos días de 2020. Esa mezcla entre Gossip Girl y Jane Austen es una maravilla.
Escribo esto sin haber leído los libros (a día de hoy estoy empezando con el segundo en previsión a una segunda temporada), así que solo voy a poder juzgar lo visto esta semana pasada en Netflix sin poder compararla con la obra de Julia Quinn.
¡Es Shonda Rhimes! ¿Alguien esperaba algo diferente? La creadora de Anatomía de Grey y Cómo Defender a un Asesino ha decido entrar por la puerta grande de la época de la regencia inglesa dándole su toque, no solo feminista, también igualando razas y normalizando situaciones que hoy, doscientos años después de la narración de la acción, seguimos sin tener superados.
Los primeros datos que tuve de ella fueron: es una serie victoriana producida por Shonda Rhimes, con una reina cotilla que será la voz de Julie Andrews… ¿y pretendíais que no me explotase la cabeza? Me la apunté en mayúscula, negrita y subrayé con fluorescentes de todos los colores que tenía disponible por casa… ¡faltaría más!
Los Bridgerton es salseo puro. Una forma de reinventar un género para la pequeña pantalla y que busca sorprender al consumidor habitual de este tipo de historias. Su creador (Chris Van Dusen) juega desde el principio con las reglas de la novela romántica de época y las rompe en favor de una narrativa mucho más actual sin perder un ápice de calidad ni coherencia en la historia.
¿Son Los Bridgerton la mejor serie del 2020?
Por supuesto que no. Ni tampoco lo pretenden. Pero Daphne Bridgerton (Phoebe Dynevor ),el duque Simon Basset (Regé-Jean Page) y el resto de personajes del elenco nos han cautivado con sus historia de amor y desgracia a través de una serie totalmente palomitera que te deja con ganas de más. Mucho más.
Eso sí… Ahora que sabemos quién es Lady Whistledown… ¿cómo cambiará las reglas del juego?
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