
Llegó el final de Patria. Y el abrazo. Un abrazo frío que llega después de una la lucha árdua por saber la verdad de Bittori y al que se ve empujada MIren por su familia.
La verdad se ha desvelado y el peso de la culpa y la incertidumbre empiezan a menguar. Se cierra un capítulo demasiado largo de violencia y sufrimiento para empezar uno de perdón y respeto.
Este es el final de Patria. La serie del año para la que escribe. Una serie extremadamente cuidada que trata con un mimo exquisito el sufrimiento de una sociedad que estuvo herida de muerte durante demasiados años.
La responsabilidad que ha mostrado Aitor Gabilondo y todo su equipo es un regalo que no sé si se va a volver a repetir en la televisión española en mucho tiempo.
No politizar un tema tan espinoso como el conflicto de estas dos familias era algo tan tentador como importante. Ser capaces de ver que más allá de la culpabilidad hay sufrimiento es un don que no todos poseen.
Si me tengo que quedar con una escena del último episodio sería el monólogo de Miren con San Ignacio. Ese momento en que se derrumba y se da cuenta, mientras le habla que, realmente, todo ese sufrimiento no ha servido para nada y que tiene que avanzar. Porque todos a su alrededor lo están haciendo y ya es la única que se deja dominar por el odio de todos ellos.
Puede que la sensación que te deja la serie al terminarla, la de parecer más sabio que cuando la empezaste, sea solo un espejismo. O puede que no, que realmente ahora seamos capaces de ver un poquito más y eso nos ayude a cerrar unas heridas que, aunque aún sangren, seamos capaces de cicatrizar con el tiempo y nos ayuden a aprender que la violencia no es solución para nada.
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